¿Es la prostitución una práctica instrínsecamente abusiva, equiparable —incluso si se desempeña sin coacción explícita— a la esclavitud, a la violación y a la violencia de género? ¿Es una utilización de la fuerza de trabajo que atenta necesariamente contra la dignidad de la persona? ¿Es imposible pensar la prostitución al margen de la dominación masculina y la feminización de la pobreza? ¿Pedir la abolición del trabajo sexual es excluir políticamente a las prostitutas y dejarlas en un lugar de sumisión?
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