La juventud no es un grupo social homogéneo, ni una institución financiera al borde del abismo. Lo cual es una pena, porque si fuese lo uno o lo otro hace ya tiempo que los planes de rescate nacionales e internacionales hubiesen provisto miles de millones para garantizarles una educación, un trabajo, una vivienda – en resumen: un futuro – tal y como abogaría el principio de solidaridad intergeneracional.
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