El humor es humor. Crítica y protesta son siempre bienvenidas. Abogar por el boicot de un espectáculo (aúne más o menos talento, nos provoque más o menos la carcajada) es un claro ejercicio de censura. O al menos, de pretenderla. La autora que firma esta columna afirma sentirse aterrada porque está censura emane o se justifique a través del movimiento feminista.
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