El fuerte crecimiento de la inflación a finales de 2021 restó poder adquisitivo a los ciudadanos. Fue una consecuencia de los cuellos de botella en la reapertura económica tras la pandemia, y que se extendió durante todo 2022 y buena parte del 2023, impulsado por el aumento de los precios energéticos tras la invasión rusa de Ucrania. Pese a que el incremento del IPC fue compensado por subidas salariales, el poder adquisitivo de los trabajadores todavía no había recuperado la totalidad del terreno a cierre del año pasado.
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