Durante años, doña Rita Barberá tuvo lujos y pujos como munícipe, lujos perfectamente legales (quiero imaginar), pero su vida ha sido escrutada y de todo no podrá borrar huella. “Comprendo que la persona con la que comparte su vida no pueda más, ¡tiene que estar harta!”, podríamos sentenciar. Pero no lo haremos. Yo no sé nada de la persona con quien comparte su vida, no sé a qué dedica el tiempo libre, no sé qué espera de la existencia. No lo sé, pero podría averiguarlo. ¿Para qué, por qué?
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