Hace casi treinta años mi madre fue rey mago. Concretamente, Baltasar. En la cabalgata de Badajoz, a finales de los ochenta. Y no lo hizo con disimulo: la entrevistaron medios de toda España. Pero no hubo ni un solo artículo de la caverna, ni un tertuliano, ni un concejal de la oposición que pusiera el grito en el cielo. Ni un gritito, vaya. Todo lo contrario: se recibió con expectación. De hecho, no fue la única.
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