El Rey obligó en 2006 a Iñaki Urdangarín a abandonar precipitadamente la presidencia del Instituto Nóos en cuanto salieron a relucir los primeros trapos sucios de sus negocios. Pero el monarca hizo algo más que apartarlo de una sociedad que supuestamente no tenía ánimo de lucro: también movió sus hilos para que el presidente de Telefónica, César Alierta, colocara a su yerno en un puesto excelentemente remunerado, primero en Barcelona y tres años más tarde en Washington.
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