El otro día el rey nos echó una bronca, con esa media lengua graciosa de zangolotino, que no sabes si está de coña o acaba de beberse la cosecha entera de Vega Sicilia del 94. La cosa venía de largo, pues la majestad suya estaba molesta con los medios de comunicación que venían especulando últimamente sobre su salud y su extraña forma de andar, como si hubiese tenido algún percance desafortunado con un apretón intestinal. Aunque a los bien pensados como yo aquello nos parecía más un asunto de pérdida de movilidad que de otras pérdidas.
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