Tras la ola de protestas populares que se están produciendo en los países árabes del norte de África y Oriente Próximo, en las que se reclaman cambios políticos, económicos y sociales, era de esperar que alzamientos similares comenzasen a llegar a Europa, y concretamente a España, donde el nivel de corrupción política ya es comparable al de cualquier estado dictatorial africano.
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