Hace apenas un mes las campanas sonaron en Abengoa. Los medios de comunicación daban por cerrada su reestructuración y las familias que dependen de la compañía sevillana volvían a respirar. Pero la alegría fue efímera, muy efímera. Los bancos acreedores que iban a ser los propietarios de la Nueva Abengoa han puesto pies en polvorosa nada más entrar. Tal vez, porque la situación real de la compañía era mucho peor de lo esperado. En menos de un mes, el que fuera el buque insignia de las energías renovables españolas vuelve a estar con el agua al
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