Fui despedido, en junio del 2008, de una empresa de maquinaria de obras públicas. Tenía un par de créditos, pequeños –una cuota de 400 euros al mes entre los dos–, de una caja de ahorros de gran implantación en Catalunya. En dicha entidad soy titular de una cuenta desde que empecé a trabajar, a los 16 años; ahora tengo 48. La reducción de ingresos resultante de pasar a cobrar la prestación por desempleo hizo necesario empezar a usar las tarjetas de crédito para llegar a fin de mes sin dejar de atender a mis pagos...
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