La pederastia, silenciosa en sí misma y a veces equívoca, no requiere tanto medidas legislativas sino el despliegue efectivo de la justicia. No ha fallado el Código Penal, sino la Administración de Justicia. Hay que atajar el problema en su desarrollo, no sólo golpear con fuerza al final, con el daño ya hecho en una magnitud desconocida.
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