La pandemia del coronavirus ha exprimido hasta la extenuación un sistema sanitario público que ha sufrido durante años drásticos recortes y privatizaciones. Menos camas, menos personal y con peores condiciones laborales, y zonas rurales sin atención. Las pérdidas humanas son irremplazables, pero para evitar que algo así vuelva a suceder, todo tiene que cambiar. La ola de reconocimiento colectivo y el aplauso generalizado que recibe cada día nuestra sanidad pública debe transformarse en un porcentaje de financiación mínima del 7% del PIB.
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