Hablar de las torturas en Guantánamo es sencillo. Hacerlo de las vulneraciones en Abu Ghraib, también. Pero a medida que las torturas se nos va acercando a casa, la indignación se va difuminando y el silencio comienza a extenderse entre los medios de comunicación y la opinión pública. En España, la mayoría de las veces, la denuncia de las torturas policiales ha sido patrimonio de las víctimas y de algunos activistas de los derechos humanos a los que se terminó tachando de proetarras.
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