Las rapaban para que nadie olvidase su «delito». Muchas de ellas fueron forzadas a beber grandes cantidades de aceite de ricino, cuyos efectos inmediatos eran un gran dolor de barriga, quemazón, diarrea y vómitos. Luego eran paseadas o exhibidas en los pueblos y ciudades, vagando como figuras fantasmales para su propio escarnio y el de sus familias. A algunas, como las de Montilla, Córdoba, se las rapaba pero dejaba en la coronilla un mechón de pelo al que anudaban un lazo rojo como mofa por su supuesta vinculación a partidos y grupos izquierdi
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