Uno no recuerda precedentes que superen la inconsistencia que caracteriza el mandato del actual presidente del Gobierno. Es verdad que, desde que pisó la Moncloa, siempre ha actuado a la defensiva y a rebufo de los acontecimientos o de las indicaciones que le hacían desde Berlín, Bruselas o Francfort, siempre bajo sesudas y tranquilizadoras justificaciones: “tenemos que hacer lo que hay que hacer”, “no hay otra” o “pudo ser mucho peor”.
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