Dedica su vida a su cuerpo. A esculpirlo como si fuera el mismísimo "Increíble Hulk". Está tan obsesionado que llegó a hacer una locura: inyectarse aceite en sus biceps para que crecieran desproporcionadamente. Y lo logró. Lo que Romario Dos Santos Alves nunca supo es que esa imprudencia podría terminar con lo que más se mira en el espejo: sus brazos."Finalmente, gracias a Dios, el médico me dijo que no habría que amputar. Podrían remover el synthol solidificado que se había formado en mis brazos"
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