Administrar un imperio en el que no se ponía el sol no era una tarea fácil y Carlos V pudo pronto comprobar cómo los ingentes ingresos de la Corona eran insuficientes para reducir el déficit estatal. Faltaba mucho dinero: a pesar de las enormes cantidades de metales preciosos traídos de las Indias y al carecer de un banco central o público, el monarca tuvo que acudir a la banca privada internacional.
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