A pesar de la tentación de los padres de ceder a todos los deseos de sus hijos, las investigaciones demuestran que hay un lado traicionero detrás del afán por poseer todas las cosas nuevas que tienen los demás. Este anhelo fomenta una sensación de carencia que nunca puede satisfacerse. Cada vez que accedemos a comprarles todo lo que piden, los condicionamos sutilmente a que consideren que sus recursos tienen usos limitados. Una negativa cada cierto tiempo los forzará, en este caso de modo literal, a pensar fuera de la caja.
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