Ninguna de sus víctimas murió por equivocación. Cada una de esas muertes estuvo fríamente calculada tanto en su propósito como en su ejecución. Entre diciembre de 2007 y marzo de 2010, William Dathan Holbert acabó con la vida cinco personas -estadounidenses como él- que vivían expatriadas en la provincia de Bocas del Toro, un archipiélago panameño conocido por sus playas de arena blanca, sus cocoteros y su ambiente relajado y soleado. Un paraíso natural.
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