Que elementos de la extrema derecha lleven meses insultando de forma organizada a Iglesias y Montero ante su casa, y este mes de agosto también les amenacen en un retiro de vacaciones que se han visto en el trance de abandonar por su seguridad, nada tiene que ver con los escraches. No hay protesta específica alguna o manifestación de discrepancia legítima en ese acoso permanente. Se trata de una persecución, de una cacería, por ser lo que son, por ser de izquierdas, por formar parte de un Gobierno que sus acosadores detestan
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