Las llamaron de todo. En los años que Vladímir Putin y sus oligarcas hacían negocios con Occidente y tenían barra libre en los lugares más exclusivos de Europa, muchos las tildaron de “extremistas”, “radicales” o “feminazis”. La misma narrativa que el Kremlin mantiene hoy sobre ellas, las integrantes del colectivo artístico feminista ruso Pussy Riot que hace once años entonaron su “Oración punk” para ahuyentar a Putin. La guerra en Ucrania ha obrado ahora el milagro del reconocimiento. Una rehabilitación parcial y tardía que una de las almas de
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