No solo se adhiere con facilidad a cualquier superficie, incluso a nuestra piel y la ropa, si no que desgraciadamente también llega a todas partes: al medioambiente, a los ríos y mares, a las nubes, a nuestros pulmones. La purpurina es en realidad un microplástico mortal. Y su huella es mucho más grande de lo que nos imaginábamos.
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