En 1954, los nuevos dirigentes del Presídium Supremo de la URSS comenzaron las rehabilitaciones de los presos del Gulag que habían sobrevivido pero pronto surgió un nuevo sistema de represión política: las psikhushkas o psicoprisiones. El punto de partida era claro, cualquier pensamiento “desviado”, una disidencia, era un síntoma inequívoco de desequilibrio mental.
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