A diferencia de todos los demás animales de la Tierra, los gatos son impuros y nacen con el pecado como algo natural. Desde el momento que vienen arañando desde el vientre de su madre, es obvio que un gato es un animal reprobable que representa las peores cualidades que la humanidad pueda imaginar: zánganos del bienestar social, pegajosos, llenos de gérmenes, desafiantes, ingratos y anti cristianos. Con tales cualidades descaradamente malas, es ilógico que cualquier persona en su sano juicio quiera ser dueño de un gato.
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