La abogacía ofrece la posibilidad de echarse a la espalda la defensa de causas difíciles o, a priori, imposibles. Ya sea por tratarse de un asunto que es la primera vez que se judicializa –como sucede cuando se aplica una ley novedosa–, un caso en el que haya que luchar contra un Goliat o una cuestión que necesite pelearse en tribunales supranacionales. Puede decirse que para estos letrados cada victoria supone poner una pica en Flandes.
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