Para la reproducción y supervivencia de la religión es fundamental inocular su contenido durante los primeros estadios de desarrollo del cerebro, para que todos los mensajes que le lleguen al niño sean del mismo signo. Luego, según crezca, el sujeto irá reforzando esos dogmas con una impresión falsa de unanimidad, al vivir en sociedades religiosas donde todos han sido de igual forma programados desde la infancia.
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