Encontrar una sustancia que mantenga alejados a los tiburones ha sido un objetivo de los investigadores durante años. Las primeras pruebas se realizaron durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los ejércitos trataban de minimizar las bajas de marineros y pilotos que quedaban en el agua durante días. En todo este tiempo se ha probado con repelentes eléctricos, magnéticos y hasta con polen de flores, y algunos se han mostrado bastante efectivos. Pero parece que no hay nada que disuada más a un tiburón que el olor de otro tiburón… muerto.
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