Clasismo. En este concepto, una sofisticada forma de discriminación social, se basa buena parte de la producción propia de La Sexta, que pasa sin despeinarse del despilfarro y el supuesto glamour de “Mujeres ricas” a la ordinariez y la macarronería de “Princesas de barrio”. No parece consecuente que una cadena que se autodenomina de izquierdas, y que prometió televisión de calidad, juegue con conceptos tan conservadores y zafios.
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