Es probable que los primeros grandes agujeros negros del universo se hayan formado y crecido bien dentro de gigantescos capullos parecidos a estrellas que asfixiaron su potente radiación de rayos X y evitaron que se alejaran los gases de los alrededores. Begelman calcula cómo se podrían haber formado las estrellas supermasivas, así como las masas de sus núcleos. Estos cálculos le permitieron estimar su tamaño y su evolución posterior, incluida la forma en que, en última instancia, dejaron detrás la “semilla” de los agujeros negros.
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