Mi primera reacción ante la noticia de que un concursante de 'Gran Hermano' habría podido abusar sexualmente de otra concursante y de que las pruebas estaban grabadas en vídeo fue: incredulidad. Me parecía imposible que en un set de rodaje vigilado las 24 horas por técnicos, guionistas y supervisores, una chica pudiera sufrir un abuso como ese ante la pasividad general. Si existe un espacio donde el crimen sea virtualmente imposible, suponía, debe parecerse al infierno de la casa de 'Gran Hermano'.
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