La Plaza de Cataluña se había convertido en un auténtico ‘arsenal’ para los aficionados más ultras, que podían utilizar palos de las tiendas de campaña, sillas, tijeras, y hasta bombonas de butano. La acción policial hubiera sido menos violenta si hubiera habido ayuda de la Guardia Urbana: falló el cordón de seguridad y no se estableció un plan de salida a los acampados en las calles colindantes.
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