Tversky no lo supo nunca: murió en 1996 y el premio lo recibió su viejo amigo y colaborador, Daniel Kahneman. Pero creo que Tversky sintió desde el principio que tenían algo entre manos. Esas frases contenían verdades sobre nosotros y nuestros cerebros ancestrales. Imaginad saber algo que nadie más sabe. Pienso en el psicólogo mirando su papelito y me da un escalofrío.
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