Los restos de Oliveira Salazar (1932-1968), que apoyó a Franco en el alzamiento, yacen en una sencilla tumba en su localidad natal. El dictador portugués autorizó que pasara por su país la ayuda prestada a Franco por Hitler y Mussolini. Ni Alemania, ni Italia o Portugal concedería imagen y palabra a quienes exaltaran a sus respectivos y fallecidos dictadores. En ninguno de esos países, ciertamente, cabe imaginar la permanencia de un monumento en homenaje a cualquiera de ellos después de cuatro décadas de democracia.
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