Yo no creo en las nacionalidades; están ahí, igual que las religiones o las preferencias por el uso de cebolla en la tortilla de patata, pero es algo que no me interesa. Es decir, no soy nacionalista catalán. Tampoco soy nacionalista español. El nacionalismo argumenta que «tu comunidad es la mejor y debes defenderla porque has nacido allí», algo con lo que no estoy de acuerdo. Yo no quiero la independencia porque Catalunya sea mejor—porque no lo es—, sino porque la independencia, como fin en sí misma, beneficiaría a todo el mundo.
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