(...) uno puede escribir taquigráficos SMS para sintetizar un mensaje en las hechuras de un móvil. Incluso puede permitirse chatear con algún amigo con el deje rural y arenoso de los borrachos. Uno puede hacer, en resumidas cuentas, lo que le dé la realísima gana. Pero todo ello es permisible si en determinadas circunstancias esa misma persona es capaz de cambiar de registro. El quid está en el registro: parece que cada vez más gente use únicamente un registro. El registro de la verdulería.
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