Los sistemas electorales no son ni buenos ni malos por naturaleza.Son un instrumento para lograr una consecuencia política: unos potencian la gobernabilidad y otros favorecen la representatividad. Resulta legítimo debatir sobre cuál de esos objetivos es mejor para una sociedad concreta.Lo que no debería ser admisible es que un político tome a los ciudadanos por imbéciles.Y eso es exactamente lo que están haciendo algunos dirigentes del PP al justificar sus planes de reforma electoral con argumentos que son lisa y llanamente mentira.
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