Llega la cultura de lo pactos a España, tan poco proclives a ellos a no ser que se activen para tapar las corruptelas. O porque no queda otro remedio para salir adelante como en la Transición. Y es que pactar es desvelar las cartas, dar coherencia al discurso y mirar de frente a los electores. Y eso no gusta, ni a los nuevos ni a los viejos políticos.
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