El aborto es ilegal en Inglaterra y Gales bajo la Ley de Delitos contra la Persona, una pieza de la legislación victoriana aprobada en 1861, antes de que las mujeres tuvieran derecho a votar, que conlleva una posible cadena perpetua para aquellos que terminan su propio embarazo. La Ley de Aborto de 1967 introdujo excepciones limitadas en las que una mujer puede interrumpir un embarazo hasta 24 semanas, pero no derogó la ley anterior.
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