Investigadores del Johns Hopkins han hallado concretamente que el ACTV-1, un clorovirus, se encuentra en dos cada cinco personas. El coste es una cognición disminuida en los participantes que estaban infectados. En comparación con aquellos que no albergaban el virus, los infectados eran un 10 % más lentos a la hora de realizar cálculos y tenían una capacidad de atención reducida, lo que sugería que el virus comprometía su capacidad de calcular, concentrarse y procesar información visual.
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