Ese ha sido siempre el error de Podemos, el desprecio del acuerdo, las ganas de imponerse al otro, esa exhibición de aparente superioridad moral que en el fondo muestra rasgos de intolerancia impropios de la democracia; esa superioridad contra la que se han revelado extraños y propios, los de fuera y los de dentro. El poder de Podemos ha quedado reducido al veto, al potencial de chantaje, que diría Sartori, que no es poco importante en los parlamentos multipartidistas, pero que genera pocas capacidades de construir.
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