Coincidiendo con el descenso acelerado de la natalidad, que según los datos preliminares del Ministerio de Salud nipón cayó en 2022 hasta un mínimo histórico, Japón está viendo cómo muchas de sus escuelas se ven forzadas a cerrar las puertas. No lo hacen por falta de profesorado, escasez de material o un súbito interés por el homeschooling. Tienen que apagar las luces por una razón más simple, e inapelable: no hay niños que se sienten en sus pupitres. Así de fácil. Así de trágico.
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