El G-8, que reúne en Japón a las naciones más industrializadas, ha muerto. Viva el G-12. El fracaso de la última reunión ha sido definitivo. The Economist, sin que sirva de predecente, pone el dedo en la llaga y acierta el análisis: “¿Qué sentido tiene discutir del precio del petróleo sin Arabia Saudí, el mayor productor del mundo?”.
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