Los americanos tendrán que viajar a México o Canadá para ver la última película de Woody Allen. Y deberán trasladarse a Europa para escuchar al barítono. No porque haya más condescendencia en nuestro continente con las ovejas descarriadas, sino porque prevalece el concepto del garantismo y porque se matiza la diferencia entre la responsabilidad moral y la cualificación artística. No, un artista no está obligado a revestirse de modelo a imitar ni a desempeñar funciones ejemplares. Ya proliferan suficientes demagogos y los pedagogos.
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