En 1857 un grupo de jóvenes sevillanos es fusilado en Plaza de Armas. Sevilla está consternada y su alcalde, roto de dolor, se sienta a llorar su desdicha en una piedra situada a las afueras de la Puerta Real. Su crimen capital, sublevarse contra la desastrosa situación en la que estaba sumido el país. Esa piedra aún hoy existe: es la Piedra Llorosa.
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