En 2012, un ciudadano nepalí convicto en Japón por el asesinato de una mujer, que cumplió 15 años de prisión, fue liberado tras probarse su inocencia. En el centro de las condenas injustas se encuentran las "mikomi sōsa"(investigación dirigida a inculpar a un sospechoso de características previamente determinadas), una práctica policial que lleva a los agentes a no rectificar nunca una vez han fijado la dirección de sus pesquisas.
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