Tan pronto un gladiador caía muerto a la arena tras ser degollado, por haber recibido el veredicto de iugula, varias personas se abalanzaban sobre su garganta abierta y comenzaban a chuparle la sangre. Los epilépticos de la antigua Roma recurrían a esa práctica pensando que así sanarían. Lo cuenta Alfonso Mañas en 'Gladiadores, bestias y condenados' (Almuzara)
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Vamos que se hinchaban a follar