Un pequeño desprendimiento de un trozo de mortero de una ventana de las escuelas de la Sagrada Familia, un elemento de la obra de Antoni Gaudí casi insignificante pero simbólico ubicado a la parte trasera del edificio del recinto que históricamente tenía que asegurar la educación de los hijos de los obreros del templo, puede pasar a la historia como el primer desperfecto –y se espera que el último– de las obras del TGV que se hacen en la esquina de Mallorca con Cerdeña en Barcelona.
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