El pedagogo ruso Antón Makarenko se enfrentó, en la década de 1920, al proyecto de fundar y dirigir la colonia Gorki y, en consecuencia, a la durísima realidad de niños y jóvenes que eran delincuentes ya casi desahuciados. Llegó a la convicción de que debía utilizar su instinto en función de cada momento, a partir del contexto, y acabó chocando con la pedagogía más renovadora de libros y autoridades. Pero no cedió
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