Cuando estamos viendo una película en que el protagonista está en un pasillo oscuro lleno de puertas y, de repente, los violines se han vuelto locos, no podemos evitar pensar que algo gordo le va a pasar... y la mayoría de veces, pasa. Este recurso repetido hasta la nausea por la industria del cine, ha hecho que ya tan solo con oírlo, nos pongamos en alerta y tensos como una cuerda de piano, independientemente de la escena y del escenario que estemos viendo.
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